POMPEO-GHANI

 

El 30 de septIembre de 1938 se firmaron los denominados acuerdos de Múnich entre Alemania, Francia, Italia y Gran Bretaña, los cuales supusieron de facto una traición a la Checoslovaquia de entonces. El tratado, que suponía la anexión de los Sudetes por parte de Alemania, contó con el beneplácito francés y británico. Sus máximos dirigentes, Édouard Daladier y Arthur Neville Chamberlain, pactaron con el diablo, a la sazón los regímenes nacionalsocialista y fascista de Hitler y Mussolini, creyendo que ello acabaría con las ansias expansionistas de ambos dirigentes y sus hordas de fanáticos adeptos, algunos de los cuales eran catedráticos y eminentes intelectuales. Como es bien sabido, ni dicho pacto ni los posteriores pudieron parar la mayor tragedia bélica del siglo XX.

Rememoro estos sucesos porque en cierta manera, y siendo prudente en cuanto a las diferencias territoriales, contextuales e históricas, dichos acuerdos me recuerdan al pacto de Doha del 20 de febrero de 2020 entre los EEUU y la milicia talibán. El tratado denominado “Acuerdo para traer paz a Afganistán entre el Emirato Islámico de Afganistán, el cual no es reconocido por los EEUU como un Estado y conocido como el Talibán, y los EEUU” cuenta con cuatro partes principales:

  • Una primera donde se garantizan y ponen en marcha mecanismos para prevenir el uso de suelo afgano para actividades que amenacen la seguridad de EEUU y sus aliados.
  • Una segunda parte que garantiza la salida de las fuerzas de EEUU y sus aliados del país.
  • Una tercera parte, y solo tras la comprobación de la segunda parte, que determina que la milicia talibán podrá iniciar negociaciones con el resto de las partes involucradas en el conflicto afgano a partir del 10 de marzo de 2020.
  • Una cuarta parte, por último, que se refiere al establecimiento de un alto el fuego mientras las negociaciones entre las partes afganas tienen lugar. 

En el acuerdo se especifica que las dos primeras partes abren el camino a la tercera y la cuarta, y que la milicia talibán se compromete a cumplirlo en sus territorios hasta que las conversaciones entre afganos den como fruto la formación de un Gobierno tras la marcha de las fuerzas extranjeras. Además, los firmantes se comprometen a liberar a prisioneros en su poder (5.000 talibanes en manos del Gobierno afgano y 1.000 en manos de los talibanes).

En definitiva, los talibanes se comprometían a entrar en la vida política de Afganistán mediante su participación en negociaciones de paz con el Gobierno afgano reconocido por EEUU y, además, garantizaban que no apoyarían o acogerían a grupos o individuos que pudieran amenazar a EEUU y sus aliados. A cambio, estos últimos se comprometían a salir del país dentro de un calendario transparente. Al respecto, en el acuerdo se especificaba que, en abril de 2021 a más tardar, todas las fuerzas militares de los EEUU y sus aliados, así como el personal no diplomático, contratistas privados de seguridad, formadores, consultores y demás personal de apoyo debían abandonar el país. Adicionalmente, se establecía un calendario detallado mediante el cual dicha salida se produciría paulatinamente, y en 135 días tras el acuerdo, los efectivos estadounidenses debían reducirse a 8.600.

Respecto a las conversaciones de paz y al intercambio de prisioneros, el Gobierno afgano del expresidente Ghani firmó un decreto, en agosto del año pasado, para liberar a los primeros 1.000 milicianos talibanes, de los 5.000 previstos, en función de su edad, estado de salud y pena cumplida. Los talibanes, por contra, pusieron condiciones a la liberación de los prisioneros en su poder y su portavoz, Suhail Shaheen, solo se refirió a la liberación de los prisioneros identificados en su “lista”. En este punto, ambos interlocutores cumplen su parte, ya que los acuerdos no especifican los criterios de liberación.

Según lo pactado, en junio de 2020 las fuerzas militares de EEUU se redujeron a 8.600 y en noviembre ya eran menos de 5.000. En enero de 2021 la Administración Trump redujo las fuerzas estadounidenses a 2.500 efectivos y en mayo, el nuevo presidente Joe Biden anunció la salida incondicional de todas sus fuerzas. En este punto, los norteamericanos cumplieron rigurosamente lo pactado en Doha.

Durante ese mes, los talibanes iniciaron una ofensiva que aumentaría su control sobre el territorio y sobre los pasos fronterizos, aunque eso incumplía los acuerdos respecto al proceso de paz afgano y a las negociaciones entre afganos. A pesar de ello, las fuerzas de EEUU y la OTAN siguieron con su plan de evacuación de tropas.

La ofensiva talibán continuó durante el mes de junio, y el 9 de julio ya controlaban 90 de los 398 distritos del país. El 29 de julio los talibanes controlaban 105 distritos. El 6 de agosto habían tomado la primera capital de provincia del país, y el 13 de agosto contaban con 132 distritos y varias ciudades. El 15 de agosto controlaban 345 distritos y casi la totalidad el territorio a excepción de la capital, la cual fue tomada el 16 de agosto.

Ni que decir tiene que los talibanes no han cumplido con la tercera y cuarta parte del acuerdo, que les comprometían al alto el fuego y a las conversaciones de paz. Por contra, los EEUU y sus aliados sí cumplieron con la segunda parte del mismo, que les instaba a marcharse del país. Así que los milicianos esperaron tranquilamente a que los ejércitos extranjeros se fueran, para incumplir el acuerdo de Doha y dominar el país; algo que no parece improvisado.

Lo que parece inverosímil ahora es que los talibanes cumplan con la primera parte o condición de lo pactado en Doha; es decir, que “el Emirato Islámico de Afganistán, el cual no es reconocido por los EEUU como un Estado y conocido como el Talibán” impida que grupos armados o terroristas, incluido Al Qaeda, amenacen la seguridad de EEUU y sus aliados en suelo afgano. Y lo mismo cabe decir de su voluntad para enviar a dichos grupos un claro mensaje para que ni lo intenten, para vigilar sus actividades de financiación y reclutamiento o para negarles visados o permisos de residencia y para concederles asilo. Todo depende, en definitiva, de la buena voluntad de los talibanes y de su compromiso a la hora de cumplir los acuerdos firmados. Esperemos.

Volviendo al acuerdo de Múnich de 1938, recordemos que solo Francia y Gran Bretaña cumplieron su parte, a costa de los checos, y que finalmente los alemanes decidieron invadir Checoslovaquia un año más tarde. Esperemos que esta comparación entre acuerdos no sea afortunada y los talibanes cumplan sus compromisos, aunque la historia, a veces, es obstinada.

 

FOTOGRAFÍA:  El entonces secretario de Estado, Mike Pompeo, y Abdul Ghani Baradar se reunieron en septiembre de 2020 en Doha/GETTY IMAGES